El pasado diciembre un buque perdió parte de su carga cerca de las costas portuguesas. La gravedad de este accidente marítimo afecta sobremanera el ecosistema, dado que los contenedores que acabaron en el mar transportaban toneladas de pélets. Por si fuera poco, estas bolitas blancas destinadas a la industria de la fabricación de plásticos se están diseminando a lo largo de los más de 1000 kilómetros de la costa gallega y siguen avanzando por el mar Cantábrico y la costa norte peninsular.
Estas microperlas de plástico traslúcido de unos tres milímetros se conocen también con el nombre de lágrimas de sirena y son un derivado del petróleo. Su tamaño dificulta tanto su retirada como su localización, pues se incrustan en las rocas y se camuflan en cualquier rincón, mientras que favorece la ingestión por parte de los peces, aves u otros organismos marinos que pueden confundir los pélets con alimento.
A corto plazo las consecuencias de esta catástrofe se observan a simple vista: las playas se han cubierto de un manto de bolitas blancas. Sin embargo, los pélets preocupan sobre todo por su persistencia en el medioambiente porque «lamentablemente muchos quedarán enterrados o a merced de las corrientes», como afirma la experta en Ecotoxicología Carmen Morales de la Universidad de Cádiz.
A pesar de la dificultad en las tareas de retirada de los pélets, asociaciones ecologistas y cientos de voluntarios espontáneos armados con cubos, coladores y otros instrumentos han acudido a la llamada del océano para tratar de recoger todas esas lágrimas de sirena que hacen llorar al mar.
¿Has participado alguna vez en una acción de voluntariado ambiental? En caso afirmativo, cuéntasela al resto de la clase de la manera más detallada posible. En caso negativo, explica en qué tipo de acción consideras que podrías participar y justifica tu elección.
(Yolanda Sabaté)
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